miércoles, 12 de marzo de 2014

Little miss sunshine


Todas las familias son un universo: algunos pueden ser locos, otros indiferentes, otros más serenos. Recuerdo que en el 2006 ví la película Little miss sunshine de Jonathan Dayton y Valerie Faris. Ésta ganó el oscar a mejor guión y mejor actor de reparto (Alan Arkin), además de haber sido nominada para otros dos, por cierto, bien merecidos.
Little miss sunshine trata sobre un viaje que hacen los Hoover, una familia americana disfuncional hacia un concurso de belleza de niñas y todos los inconvenientes que surgen en el camino. Durante el trayecto, la película muestra esas uniones invisibles presentes en todas las familias. Extraños lazos familiares en los que aunque se saquen la madre, se griten o insulten, siempre se preocuparán unos de otros, de algún modo. Retrata también cómo a veces luchamos tanto por pertenecer a algo que no sea necesariamente lo mejor para cada uno. Critica también a los concursos de belleza infantiles, donde las madres hacen crecer a sus hijas por dinero. Cuando vi la película, me identifiqué mucho con Dwayne: un adolescente amante de Nietsche que lucha contra el mundo y como no logra encontrar lógica en su vida y familia, decide dejar de hablar hasta que encuentre una razón para hacerlo. 

Recuerdo una escena de la película, donde Dwayne, le habla a su tio Frank y dice: 

- A veces desearía poder dormir hasta los 18 años, saltarme toda esta mierda, el instituto y todo lo demás, saltármelo todo.

El tio Frank le responde: - ¿sabes quien es Marcel Proust?"

-¿Es ese del que enseñas?

- Si, es un escritor francés. Un auténtico fracasado. Nunca tuvo trabajo, sus amores fueron un desastre, gay, estuvo veinte años escribiendo un libro que ya casi lee pero quizá sea el mejor escritor desde Shakespeare. En fin, llegó al final de su vida, echó la vista atrás y decidió que todos esos años que sufrió fueron los mejores de su vida porque lo moldearon, de los años felices no aprendió nada.

Ésa fué mi adolescencia. Una lucha interna contra el mundo, inconformidad, música y refugio en libros en lugar de amistades. Si, yo también deseé que pasaran los años rápido. Si, yo también tuve que volver a hablar. Al final, los que estuvieron alli por mí fueron mis hermanos, mi padre y mi madre, con sus defectos y virtudes, como todos. Aunque hubiera deseado tener un abuelo tan buena onda como Alan Arkin. Eso sí, también tuvimos un carro que se arruinaba siempre que nos urgía estar en algún lugar. 


Recuerdo cómo reímos a mas no poder por la bocina del carro que jamás se detuvo.



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